jueves, 13 de noviembre de 2008

Pepito y la Publicidad

Miles de personas soñaron con tenerlo cuando ni siquiera habían confirmado su lanzamiento en el mercado. Sólo eran rumores, pero la noticia no tardó en extenderse.
Pronto, las reservas y las colas en las tiendas se tornaron infinitas. La cuestión era conseguir uno, fuese como fuese, costase lo que costase.
Las existencias se agotaron enseguida y la gente seguía queriendo su móvil. Se vendieron millones y millones de ejemplares en toda España, aunque su éxito (merecido éxito de Iphone) aconteció internacionalmente.

Nunca he sido una persona a la que le fascine los nuevos aparatos tecnológicos. De hecho, el nuevo teléfono móvil de Apple me dejó, por así decirlo, un tanto indiferente. Con ello no niego su calidad, diseño… Simplemente digo, que realmente me da igual tener un móvil u otro. La cuestión es hablar largo y tendido con esa amiga a la que apenas puedo ver.

No obstante, he de admitir que ese nuevo lanzamiento no ha parado de sorprenderme desde un inicio, no por el producto en sí, sino por lo que lleva detrás, la manera en la que un simple dispositivo móvil es capaz de movilizar a las masas, convirtiéndose en toda una revolución en el mercado. Es sorprendente, es para quitarse el sombrero. Chapó por la marca.

Por gracia o por desgracia, una persona muy cercana a mí, a la que llamaremos Pepito para proteger su intimidad, adquirió un Iphone enseguida.
Se pasa las horas pegado al móvil: mira la bolsa, juega, se conecta a Internet, se baja aplicaciones, pasea por las calles con el GPS de Google… Es capaz de olvidarse la cabeza en casa, pero nunca dejaría su Iphone solo. La verdad es que es un producto que te ofrece una amplia gama de aplicaciones para poder sacarle el máximo partido, de eso no hay duda alguna, pero...
En fin… como iba diciendo, Pepito no para de bajarse aplicaciones gratuitas. Un día, cuando estábamos entre una colla de amigos, me enseñó una especie de juego interactivo que consistía en beber un vaso de cerveza ficticio. Una jarra llegaba a una supuesta barra de bar, se llenaba con cerveza Guiness y haciendo un movimiento de móvil (el movimiento inclinado que empleamos para beber) la jarra quedaba vacía, como si yo me la hubiera bebido entera. Impresionante!
Pronto, todos quisieron probar ese juego, uno a uno, repetidas veces. Todos quedaban boquiabiertos y cuando salían de su asombro, soltaban la típica frase de: “Ualaaa”, “Qué guay”, “Qué currado este Iphone”, “Yo quiero uno”… Y Pepito estaba feliz de haber dejado asombrados a todos sus amigos. Al final, todos querían esa aplicación en sus móviles (aunque si no tienes Iphone no tienes juego).



De mi rostro no se borró una sonrisa maliciosa, esa sonrisa picarona que ve el futuro de su profesión ante los ojos. Mientras presenciaba la movilización de mis amigos, mi conciencia no paraba de repetirme: “En el fondo no somos tan complicados. Somos más tontos de lo que parecemos. Es magnífico”

De vuelta a casa, miré a Pepito e inicié la misma discusión que siempre tenemos:
- Pensaba que no creías en la publicidad, que no te influía para nada…
- Es que la publicidad no sirve para nada. Yo no me creo nada de lo que me dicen. De hecho, si me dicen compra esto, no lo compro.
- (Me río) En el fondo no dejas de ser igual que el resto. La publicidad te influye, vives con ella a diario. Hoy sin ir más lejos, tú mismo has hecho publicidad y GRATIS. Boca-Oreja ¿comprendes? Has anunciado una marca de cervezas de forma orgullosa a todos tus amigos, y lo mejor de todo es que a ellos les ha gustado. Pepito, la publicidad no sólo es vender, va más allá… La publicidad es comunicación, es tener a la marca presente, transmitir sus valores… La publicidad es notoriedad, memorabilidad, es hacerte parte de esa marca…

Pepito, claro está, ríe y cambia rápidamente de tema.


Con esta pequeña anécdota quiero transmitir dos cosas.
La primera es que, para que la publicidad funcione ha de saber escucharnos, saber lo que nos gusta, porque si acierta con una campaña como la que izo Guiness, será el propio usuario quien irá en busca de esa publicidad, quien se implicará y quien actuará de portavoz de forma favorable y gratuitamente.

En segundo lugar, el papel del teléfono móvil hoy en día está poco explotado y se convierte en una gran oportunidad de futuro ante la muy evidente saturación publicitaria. Se trata de un dispositivo personal e íntimo que puede convertirse en un gran soporte publicitario. Si las marcas lo saben aprovechar, podrán conseguir que el usuario lleve a la marca consigo, que la lleve en su móvil y que la enseñe sin vergüenzas.

En el fondo no somos tan complicados. Sólo hay que saber escucharnos, saber entendernos.

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